Las portadas de los libros nunca escritos
Leandro Alonso, Santiago Úbeda Cuadrado, Laura de la Puente y Ramiro Guardia
El anillo de Beto llevaba inscrito un signo del alma
Luis Alberto Spinetta
Las portadas de los libros nunca escritos nace de una serie de fotomontajes realizados por el escultor Leandro Alonso a modo de portadas imaginarias. A partir de ahí surge una historia de amor escrita a varias manos y diseñada de forma gráfica. Al término de la misma, el filósofo Ramiro Guardia ofrece su Punto de fuga.
El libro comienza con una cita del legendario tema El anillo del capitán Beto, del músico Luis Alberto Spinetta; y tal y como le sucede al propio astronauta de la canción, que lleva quince años atravesando el espacio con su precaria nave hecha de fibra, los dos protagonistas de Las portadas de los libros nunca escritos irán surcando su particular historia de amor sirviéndose de un instrumento aún más frágil e inasible, que es una suerte de mapa de los afectos literarios…
…de los libros que escapaban a ese primer deslumbramiento,
que remontaban el curso de los años,
de los libros que se leían el uno al otro
en las sucesivas e infinitas ediciones que su memoria recreaba
De esta manera, sus encuentros y desencuentros estarán llenos de literatura, de historias y poemas cuyas palabras irrumpirán en el libro ondulantes como el mar, solidas como una columna, dispersas por la sacudida del viento o, en definitiva, desplazadas de su posición lineal y consecutiva por el efecto de su propio significado, con el que juega la diseñadora del libro.
La narración aparece además atravesada por una serie de fotomontajes del artista Leandro Alonso, para cuya realización ha empleado el mismo procedimiento que para sus esculturas, lo que se traduce en construir una imagen nueva superponiendo otras imágenes sobre ella. Capas y más capas detrás de las cuales se ocultan los personajes de este libro; se ocultan o se exponen, difuminados pero desnudos frente a una verdad siempre incómoda, como es la verdad de sus propios deseos.
En cualquier caso y tal y como el propio título nos indica, la misteriosa historia de los dos amantes no agota las posibilidades del libro, ya que cada escultura fotográfica, es decir, cada portada deja abierta la posibilidad de que el propio lector imagine otros mundos y libros.
Próximamente estará a la venta en la página web. Si estás interesado en adquirir el libro, ponte en contacto con nosotros.
Los autores:
Landro Alonso. Nací en Madrid en la primavera del 63. La primera intención escultórica que recuerdo, obviando las construcciones de madera o con macarrones de la clase de parvulitos, sucedió un día de lluvia que llegué a casa con una pella de barro escondida y la pretensión de modelar “algo”, vayan ustedes a saber qué. Desde ese momento hasta Las portadas de los libros nunca escritos, hay varios años de formación en academias, la escuela de Artes y Oficios de la calle de Luis Cabrera, en Madrid y cinco años de estudios de Bellas Artes en la UCM, de donde salí siendo escultor pero sin ninguna idea de lo que me esperaba. He colaborado e intentado colaborar con artistas de mi misma disciplina y de otras disciplinas, como pintores, poetas o músicos. Mi obra siempre ha pretendido tener, de una u otra manera, un carácter participativo; y ha intentado ser o directamente modificable o una puerta abierta a la interpretación del espectador. He expuesto en salas públicas y privadas, esporádicamente en alguna galería. Algunas instituciones públicas y particulares han confiado y adquirido mi obra. Mis amigos, familiares y algún que otro incauto, han accedido a alojar en su casa parte de mi producción.
Las portadas de los libros nunca escritos es una serie de fotomontajes semiocultos por papel vegetal troquelado, a través del cual se pueden ver las imágenes recogidas y editadas. Tanto los fotomontajes como cada una de las obras de la serie siguen el mismo proceso que las esculturas, esto es, construir una imagen nueva por el procedimiento de ir superponiendo otras imágenes sobre ella. El procedimiento de añadir papel vegetal en el que se recortan ventanas, en este caso irregulares, a través de las cuales se intenta destacar alguna o algunas de las partes de la imagen es el mismo de muchas de mis obras anteriores, como Oquedades Oníricas, Caligrafías Extrañas, Invisibles o Ariadna no pasó por aquí.
Santiago Úbeda Cuadrado. Desde los doce o trece años leo y escribo poesía, relatos, diarios, crítica… A temporadas, compulsivamente. Terminé estudiando Filología, pero desde la distancia creo que la literatura te formatea la cabeza en una única dirección. El mundo son palabras; la realidad cobra sentido cuando te la cuentan tus escritores de cabecera; la vida queda convertida en un cuento, en un poema.
No fue hasta que conocí a Laura que comencé a reparar en los tejados de Madrid, en las ventanas, en las esculturas de sus fachadas. Fue también cuando empecé a ir con mayor frecuencia a exposiciones, principalmente de fotografía. Mi mirada entonces se abrió y se nos ocurrió la idea de hacer un libro objeto a partir del primer borrador de Poemierdas para un (des)confinamiento. La experiencia de expandir el lenguaje, de jugar con las palabras y las imágenes fue tan alucinante, tan divertida, tan liberadora, que desde entonces no he parado de trabajar en obras de este tipo.
Laura de la Puente. Mi amor por los libros me llevó a estudiar Biblioteconomía. Acabé la carrera y, como a muchos les pasa, llegó la incertidumbre y con ella, esa pregunta de… ¿y ahora qué? Se sucedieron trabajos que en un principio no me llevaban a ninguna parte, pero en cierta forma iba creando una trayectoria que en vez de conducirme a saber lo que quería, me hizo darme cuenta de lo que no quería, y esto fue algo crucial para mí, ya que la vida me iba indicando el camino a seguir.
Al fin, recalé en una empresa donde, si bien mi función allí fue de todo menos creativa, sí me permitió formarme en muchas áreas del diseño y la fotografía, aunque lo más importante fue sin duda que pude rescatar a aquella Laura curiosa, a la que al fin conduje al descubrimiento de lo bello, lo visual y lo artístico, que fue lo realmente liberador para mí. Supe, en definitiva, que tenía alas y que quería volar.
Ramiro Guardia. Es muy probable que el comienzo de todo esté en la elaboración minuciosa y artesanal de aquel fanzine de mi adolescencia, pero las colaboraciones en una emisora de barrio llena de rock y compromiso político me llevarían, por su parte, a cursar estudios de Filosofía, donde encontré más política y más música, gracias a nuevas lecturas de renovación y descubrimiento. Sin embargo, las aguas nunca estáticas me condujeron hasta el gran poeta Antonio Colinas; y entonces, mi mirada cabizbaja y no siempre exitosa que tenía que ver con la búsqueda de la justicia, se abrió paso y se levantó para poder leer en las piedras de las ermitas o para descifrar otros símbolos, intuiciones y certezas no siempre dominados por la atalaya de lo humano.